Vive obsesionado por el baloncesto, todo lo demás es secundario y cada mañana madruga para su entrenamiento individual antes de ir al instituto.
Es un adelantado a su edad tanto física como mentalmente y con quince años pasa a formar parte del primer equipo.
Con Petrovic como líder se hace un club importante, clasificándose consecutivamente en 1982 y 1983 para la final de la Copa Korac (Competición continental predecesora de la Eurocup) perdiendo en ambas contra el Limoges francés.
En el campeonato de liga, el Sibenka alcanza por vez primera en su historia la serie final por el título.
Se enfrenta en su propia cancha en el partido decisivo al Bosna de Sarajevo, al que se impone por 83-82 con dos tiros libres finales de Petrovic que anota 40 puntos.
A la mañana siguiente la federación dictamina anular el partido por errores arbitrales y ordena que se repita en campo neutral. El Sibenka decide no presentarse.
Su carrera se interrumpe al tener que cumplir el servicio militar pero a pesar de estar un año sin poder competir sigue entrenando sin descanso.
Tras finalizarlo tiene ofertas de varios equipos y universidades americanas, pero se le obliga a fichar por la Cibona de Zagreb bajo la amenaza del seleccionador nacional que de no hacerlo se olvide de volver a jugar con su país.
Se convierte en la insignia del equipo, todos los ataques pasan por sus manos y en un partido contra el Olimpia Liubliana consigue anotar 112 puntos.
En la temporada 84-85 comienzan sus duelos contra el R. Madrid en la Copa de Europa. Es el desafío que más le motiva.
El equipo blanco se clasifica para la final habiendo perdido únicamente tres partidos, dos de ellos contra la Cibona. En el partido por el título espera tomarse la revancha pero vuelve a caer por 87-78 con otro recital de Petrovic que anota 36 puntos.
Al año siguiente otros dos enfrentamientos con dos nuevas derrotas, en total cinco consecutivas con Petrovic promediando 41 puntos por partido. Una afrenta histórica comandada por un irreverente genio de 20 años.
Drazen no es un símbolo de la deportividad. Es un joven prodigio tan virtuoso con el balón como provocador con sus rivales tanto dentro como fuera de la pista.
Es un tremendo competidor, lo importante para él es ganar el partido utilizando todos los recursos a su alcance.
Irrita al adversario mientras bota la pelota, en cada jugada, en cada tiro, en cada tiempo muerto, en la celebración de cada canasta, de cada victoria. Le gusta calentar el ambiente, le estimula tener al público en contra. Le encanta sacar de quicio al contrincante para que se salga del partido, incluso de cara al encuentro siguiente.
La Cibona domina Europa y revalida el título un año más tarde contra el Zalgiris de Arvydas Sabonis.
En cuatro años gana dos Copas de Europa, una Recopa de Europa, una liga y tres copas de Yugoslavia.
En su país lo adoran, para el baloncesto europeo es el enemigo publico numero uno.
En 1988 vuelve a enfrentarse al R. Madrid en la final de la Copa Korac esta vez con victoria blanca y
unos meses más tarde, sorprendentemente, ficha por el R. Madrid.
Es un deportista odiado por la afición y jugadores. El enemigo está en casa.
Se teme que pueda haber enfrentamientos dentro de la plantilla por viejas rencillas y la posible mala respuesta de los aficionados, que siempre le han abroncado en sus visitas al pabellón madridista.
Pero el idilio es inmediato. Es el nuevo ídolo porque ahora provoca e irrita al máximo rival, al F.C.Barcelona que ha dominado el panorama nacional los dos últimos años ganando liga y copa.
En la final de la Copa del Rey el R. Madrid se impone al Barcelona por 85-81 con Petrovic como estrella.
A sus compañeros les impresiona su profesionalidad en los entrenamientos y la liga española gira en torno a su figura, pero no puede alzarse con el titulo al perder el encuentro definitivo en el Palau Blaugrana en una polémica final en la que el R.Madrid terminó con 4 jugadores en pista y en la que se acusa a los árbitros de cobrarse antiguas facturas con el yugoslavo.
El 14 de marzo de 1989 el R. Madrid disputa en Atenas la final de la Recopa de Europa contra el Snaidero Caserta italiano. Petrovic se echa el equipo a la espalda anotando 62 puntos para dar la victoria al R. Madrid por 117-113, sin embargo la mayoría del vestuario no está contenta, le echa en cara que ha sido demasiado egoísta y no soporta tanto individualismo.
Semanas más tarde, en el Eurobasket '89 consigue la medalla de oro para Yugoslavia siendo el MVP del torneo.
Tiene Europa a sus pies y pone sus miras en la NBA.
Ese mismo año ficha por los Portland Trail Blazers, dejando atrás una única temporada en España pero llena de tanta intensidad que su recuerdo es imborrable. En total 48 partidos en la ACB promediando 28 puntos.
Llega a la liga estadounidense como la gran figura consagrada de Europa debutando con el equipo de Oregón el 3 de noviembre de 1989, no obstante su participación en la temporada se reduce a doce minutos por partido.
No ha ido a la NBA para ser suplente, quiere ser el mejor.
Vuelve a hacer otra demostración en el mundial de Argentina '90 donde se proclama campeón del mundo con el conjunto balcánico tras derrotar a Estados Unidos en semifinales y a la Unión Soviética en la final.
En la temporada siguiente continúa como reserva en su equipo y solicita ser traspasado.
En enero de 1991 firma contrato con los New Jersey Nets duplicando sus minutos y sus puntos.
En la temporada 91-92 pasa a ser titular, cerrando su primera campaña completa con los Nets con 20,6 puntos por partido y un porcentaje superior al 44% en triples, el segundo mejor de la competición.
Sigue mostrando estar a la altura de los mejores en los JJ.OO. de Barcelona '92 a los que acude bajo la bandera de Croacia que se presenta por primera vez como país. Solo el Dream Team puede derrotarles obteniendo la medalla de plata.
Un año más tarde es la estrella de su franquicia promediando 22,3 puntos por partido, llegando hasta los 44 puntos en el mes de enero frente a los Houston Rockets y terminando como undécimo máximo anotador del campeonato.
Sigue en continua progresión y todo le parece poco.
Tras clasificar a Croacia para el Eurobasket ´93 decide ir a pasar unos días a Alemania con su novia.
En la autopista que comunica con el aeropuerto un camión derrapa por la lluvia en dirección contraria, el conductor pierde el control chocando contra el coche en el que viaja Drazen.
El impacto es mortal. Es el 7 de junio de 1993 tenía 28 años.
Unos meses más tarde su camiseta con el número 3 es retirada por los Nets y en 2002 es incluido en el Basketball Hall of Fame.
Nunca se sabrá hasta dónde podría haber llegado el mayor talento que había dado Europa hasta ese momento.
Un jugador extraordinario, un genio tan irrespetuoso como mágico.
Una forma singular de entender el deporte y el baloncesto.
Su presencia en la pista te fascinaba, para aborrecerle o para maravillarte.