Con 8 años su padre la introdujo en el mundo del judo.
Pero su historia trasciende al valor puramente deportivo.
En el año 1988 su entrenador Sergio Cardell le dice que hay que preparar los Juegos de Barcelona con un único fin, ser campeona olímpica.
Firmaron una especie de pacto de sangre, para luchar sin desmayo por este objetivo que a ella le seguía pareciendo una utopía.
Su entrenador confiaba en Miriam mucho más que ella misma.
Fueron años de intensos entrenamientos, basados en un novedoso sistema de trabajo.
Un mes antes de la cita de Barcelona ´92 ocurre la tragedia.
Sergio fallece en un accidente de moto. Una moto que le había regalado la propia Miriam tras conseguir el campeonato del mundo.
Se sentía culpable.
Si no hubiera ganado el campeonato del mundo, no habría obtenido la beca y no le habría regalado la moto. Nada de esto habría ocurrido.
Se planteó la posibilidad de no acudir a los Juegos. Sin Sergio no se sentía capaz de hacerlo.
Su alma se había ido.
Entonces comenzó a pensar que tenía que conseguirlo por alguien más que por ella. Sacó fuerzas y se obsesionó con una meta. Sólo quería el oro, no valía otra cosa.
El 31 de julio de 1992, sus Majestades los Reyes de España acuden al Palau Blaugrana para presenciar el combate final.
Miriam es una fiera y derrota a la inglesa Nicole Kim Fairbrother.
Consumada la victoria, cae al suelo. Sus manos cubren su rostro.
De pronto, se levanta y corre a abrazarse con la esposa de Sergio, cuyo nombre empieza a gritar acompañada por el público. Completamente empapada en lágrimas.
Absolutamente desconsolada, por no poder compartir el éxito con él.
Unas lágrimas llenas de agradecimiento y de dolor.
Y rompimos a llorar todos.
En la ceremonia de entrega de medallas cuando se encontraba en lo más alto del podio, mientras escuchaba las notas de nuestro himno, Sergio volvió a su cabeza:
"¡Lo hemos conseguido!".
Y volvieron esas lágrimas. Unas lágrimas que volvieron a contagiarnos, de emoción por su emoción y de cariño por su sufrimiento. En sus ojos ahogados, se reflejaban todos los sueños cumplidos después de tanto sacrificio. Pero estaban llenos de tristeza. Esos ojos no se me olvidarán nunca.
Miriam Blasco conseguía la hazaña de ser la primera mujer española en conseguir un oro olímpico en cualquier disciplina deportiva.
Conseguida la gloria se derrumbó rebosante de sentimientos y nos enamoró para siempre.