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martes, 18 de enero de 2011

* En tierra hostil



Todos contra el árbitro.
Directivos, técnicos, jugadores, prensa. aficionados.
Todos cargan, una semana sí y otra también, contra los colegiados que dirigen los partidos.
Hablan de atracos, de persecución, de complot orquestado contra su equipo.
Principalmente lo hacen, cuando el resultado no les ha sido favorable y así, justifican su derrota.
Para presidentes, entrenadores y futbolistas es más fácil esto, que asumir sus fallos en la gestión, sus equivocaciones en la dirección técnica o sus desaciertos sobre el terreno de juego.
Porque una semana después, si el error arbitral se produce en su propio beneficio, afirman que la jugada no la vieron muy clara, que el juez de la contienda no influyó en el resultado, o que hay que ayudarles en su difícil labor, pues unas veces se equivocan a favor y otras en contra.
Cuando afirman que los árbitros son muy malos, habrá que tener en cuenta, respecto a quién. Y no son peores que muchas de las medianías que saltan al campo cada jornada, entre los más de cuatrocientos jugadores que militan en la primera división del fútbol español.
Ellos pueden convertirse en héroes en cualquier lance afortunado, cosa que jamás ocurre con los árbitros, por excelente que sea su labor.
Es evidente que yerran.
Los hay mejores y peores, pero deben juzgar con sus propios ojos y en décimas de segundo, lo que la prensa hace con los adelantos técnicos más depurados y tras un exhaustivo análisis.
Se sigue arbitrando en 2011, como hace un siglo.
Es como si un cirujano, intentase una operación de rodilla con los utensilios de hace décadas.
Los organismos internacionales, que dirigen este deporte, no hacen nada por facilitarles su tarea.
No les interesa.
Pero elegir a Howard Webb como mejor árbitro del mundo en 2010, parece  una broma de mal gusto.