A los cinco años comienza a navegar junto a sus hermanos mayores en el lago Acapulco al oeste de la ciudad y empieza a ilusionarse con un sueño, poder triunfar algún día en unos Juegos Olímpicos. Pero su fantasía no es muy compatible con su economía a la hora de poder adquirir un velero competitivo.
Tras los Juegos de Montreal '76, consigue que el gobierno canadiense le conceda uno de los cincuenta barcos que había proporcionado a sus regatistas para aquel evento y que una vez finalizado no sabía qué hacer con ellos.
Desde ese instante, participa en diversas competiciones nacionales e internacionales consiguiendo en 1980 la medalla de bronce en el Campeonato del Mundo de la clase Finn disputado en Auckland (Nueva Zelanda) y se clasifica para representar a su país en los Juegos Olímpicos de Moscú.
El boicot de un buen número de países, entre ellos Canadá, como protesta a la invasión soviética en Afganistán le priva de asistir, por lo que debe esperar cuatro años para una nueva ocasión.
En Los Ángeles '84 alcanza su anhelo de competir por vez primera en unos Juegos, finalizando en decimotercera posición de la clase Star.
Su siguiente oportunidad acontece en Seúl '88, siendo en la capital asiática donde su nombre adquiere auténtica dimensión.
El 24 de septiembre de 1988 disputa en Pusan, a 325 kilómetros de Seúl, la quinta regata olímpica de la clase Finn, modalidad que consta de un solo tripulante. Simultáneamente se celebra la prueba correspondiente a la clase 470 con dos miembros por embarcación. El tiempo es ideal, con un viento de 10 a 15 nudos.
Mediada la sesión, las condiciones cambian bruscamente. La velocidad del viento aumenta hasta los 35 nudos dificultando la navegación, a pesar de lo cual no se suspende la competición.
Lemieux marcha en segunda posición tras el español José Luis Doreste, tiene serias opciones de medalla e incluso se puede plantear aspirar al oro.
En ese momento divisa a lo lejos entre las olas a los dos tripulantes de la clase 470 de Singapur que tienen el velero roto, parecen heridos, no pueden salir del agua, se encuentran a 32 kilómetros de distancia de la costa y no hay cerca ningún barco de rescate de la organización. Su situación es desesperada.
Se le plantea un dilema, intentar luchar por el sueño de toda su vida de alcanzar una medalla olímpica o tratar de salvar a Joseph Chan y Shaw Her Siew que pueden morir ahogados.
Lemieux cambia el rumbo de su yate, se aleja de la regata y se dirige hacia la embarcación que ha naufragado. Las olas de más de cuatro metros y la corriente que va en contra del viento le dificultan la maniobra. Tiene que surcar en empopada y recibir mucha agua del oleaje hasta conseguir llegar a la altura de Siew que se aferra angustiado y exhausto a la orza, mientras Chan intenta con todas sus fuerzas nadar para asirse siendo alejado cada vez más por el temporal.
Necesita de todas sus habilidades de navegación para conseguir subirle a bordo de su embarcación pero al estar diseñada para un solo tripulante no podrán estar mucho tiempo sin hundirse.
Le lleva hasta su compañero para que juntos puedan permanecer flotando, sin alejarse de allí para ser un punto visible hasta que llega un equipo de salvamento.
Tras salvarles la vida regresa a la carrera finalizando en el vigesimosegundo y último lugar.
Los jueces deciden compensarle y le restituyen al segundo puesto que mantenía cuando se desvió de la prueba. Sin embargo, el agotamiento que le supuso la tarea de socorro y el acoso mediático al que se ve sometido por la prensa tras lo sucedido le impide rendir a su mejor nivel en los dos últimas regatas, ocupando la decimoprimera posición final.
Tenía cerca la aspiración de todo deportista de conseguir el éxito en unos Juegos Olímpicos pero lo sacrificó por salvar la vida de dos competidores.
En la ceremonia de entrega de medallas, tras recibir sus galardones los tres primeros clasificados, Larry Lemieux es llamado al podio.
Por su espíritu deportivo, sacrificio personal y coraje, encarnando las mejores virtudes del ideal olímpico, el Presidente del Comité Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch le condecora con la Medalla Pierre de Coubertain que es el mayor honor y distinción que se puede recibir en el olimpismo.
Dicho reconocimiento sólo se había concedido hasta ese momento en cinco ocasiones, siendo el segundo al que se le otorga como participante.
De regreso a su país, se le da un caluroso recibimiento siendo incluido en el Salón de la Fama del deporte canadiense.
Posteriormente Larry Lemieux sigue navegando hasta conseguir en 1990 la medalla del plata en el Campeonato del Mundo de la clase Finn que se celebra en Porto Carras (Grecia) y un año más tarde el oro en los Juegos Panamericanos disputados en La Habana (Cuba).