Elizabeth Robinson, conocida en el mundo del deporte como Betty Robinson, nace el 23 de agosto de 1911 en Riverdale (Illinois-USA).
Su introducción en el atletismo se produce de forma casual, cuando un profesor de Educación Física contempla su velocidad al verla correr intentando alcanzar un tren en marcha para subirse a él. Le plantea la posibilidad de comenzar a entrenar y Betty acepta.
En su primera carrera, siendo estudiante de secundaria, gana a varios chicos de su edad y semanas más tarde, el 2 de junio de 1928 se le cronometra en Chicago un registro de 12,0" que supone batir el record del mundo de la distancia en poder de la alemana Gertrud Gladitsch, aunque la marca nunca fue reconocida oficialmente.
Ese mismo verano, con tan solo dieciséis años, es elegida para participar en los JJ.OO. de Ámsterdam '28 en los que se celebran por vez primera pruebas de atletismo en categoría femenina. En total son cinco pruebas: 100 metros lisos, relevo 4x100, 800 metros, salto de altura y lanzamiento de disco.
La final de los 100 metros se disputa el 31 de julio participando en ella seis mujeres, tres de ellas son canadienses, dos alemanas y una estadounidense. La llegada es tan apretada que los jueces dan el mismo tiempo a las tres primeras atletas: 12,2", nuevo record del mundo. Pero dejando claro que la norteamericana Betty Robinson ha entrado en primer lugar.
Robinson pasa así a la historia de los Juegos Olímpicos como la primera mujer que consigue una medalla de oro en atletismo.
Además, en la prueba de relevos 4x100 metros obtiene la medalla de plata con el equipo de Estados Unidos por detrás de Canadá.
Su siguiente objetivo son los Juegos Olímpicos que van a tener lugar en su país, Los Ángeles 1932.
El aeroplano en el que viaja se estrella en un descampado al sur de Chicago y su cuerpo es encontrado por un hombre que, dándola por muerta, la introduce en un baúl que tiene en el coche llevándola a un cementerio para que pueda ser enterrada.
El sepulturero nota algo extraño en aquel cadáver y decide consultar con un hospital, en donde tras examinarla certifican que está con vida pero en estado de coma y con pocas posibilidades de recuperación.
Pasan siete semanas hasta que al fin despierta y vuelve a la vida. Pero el accidente le ha dejado importantes fracturas en su cadera, un fémur y brazo, además de una seria herida ósea en la frente. Se le colocan clavos y piezas de metal para estabilizarla. Los médicos le diagnostican que jamás podrá volver a caminar.
Los meses siguientes los pasa en una silla de ruedas siguiendo un duro trabajo de rehabilitación que finalmente le permite moverse con la ayuda de dos muletas.
Su capacidad de sacrificio, su fuerza de voluntad y su constancia consiguen que después de dos años pueda andar de nuevo. Ahora, no se conforma solo con eso, quiere volver a la competición.
Betty regresa renqueante a la pista, ha perdido masa muscular, tiene problemas de coordinación y la flexión de una de sus rodillas está muy limitada.
Con su obstinación y tenacidad logra ir mejorando paulatinamente y adaptando su cuerpo al esfuerzo.
El progreso es tan grande que en apenas un año ya se mide con las mejores atletas del momento, lo que le sirve para ser seleccionada por Estados Unidos para los JJ.OO. de 1936 en Berlín.
En la capital alemana no puede competir en su prueba favorita, los 100 metros lisos. Las secuelas del accidente en su rodilla le impiden agacharse para poder tomar la salida, por lo que únicamente es capaz de intervenir en la disputa del relevo 4x100, que al ser salida lanzada no le afecta su problema.
En la final realiza la tercera posta del equipo norteamericano que obtiene la medalla de oro con un tiempo de 46,9" por delante de Reino Unido y Canadá.
Cinco años después de haber sido dada por muerta alcanza la gloria olímpica como recompensa a tanto tesón y valía personal.
Tras realizar esta gesta da por finalizada su carrera deportiva a los veinticuatro años de edad, aunque siempre continúa ligada al atletismo como entrenadora o juez de carrera.
En 1977 es incluida en el Hall of Fame del atletismo estadounidense.
Betty Robinson fallece el 18 de mayo de 1999 a los 87 años en Denver (Colorado) víctima de un cáncer.
En el parque principal de Riverdale, su ciudad natal, hay una placa que rememora esta historia.