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jueves, 1 de julio de 2021

* Eurocopa '92: Dinamarca y el sueño de una noche de verano

El campeonato de Europa de selecciones nacionales de fútbol de 1992 tiene lugar en Suecia entre los días 10 y 26 de junio.
Ocho países participan en la fase final. Siete de ellos se han clasificado a través de las diferentes fases de grupos, a los que hay que añadir el equipo anfitrión.
A escasos días de su inicio, la selección de Yugoslavia es excluida de la competición debido a la Guerra de los Balcanes. Esa plaza vacante le va a ser otorgada a Dinamarca.
La federación danesa tiene que darse prisa para localizar rápidamente a veinte futbolistas. 
Algunos de sus mejores jugadores llevan ya dos o tres semanas de vacaciones y otros ya tienen reservados sus días de descanso para esas fechas. Ser convocados no les hace ninguna ilusión. Deben dejar la playa para ir a Suecia a jugar al fútbol, apenas conocen con quién deben enfrentarse, saben que no están preparados y temen ser ridiculizados.
En el primer día de entrenamiento, el seleccionador Richard Moller-Nielsen reúne a los jugadores y les dice: "Vamos a ir a Suecia y vamos a ganar la Eurocopa", lo que provoca las risas de todo el grupo, que no cuenta además con su gran estrella Michael Laudrup.
Con tan sólo unos días de trabajo llega el primer partido, el 11 de junio contra Inglaterra en Malmoe. 
A pesar de sus temores de poder recibir una goleada, logran empatar a cero consiguiendo un punto, que es más que todo lo que alcanzaron en la Eurocopa anterior.
Tres días después, el segundo partido les enfrenta en Estocolmo a Suecia, el equipo local.
Pierden por 1-0 y sus posibilidades de poder pasar a semifinales son escasas, por lo que vuelven a pensar más en retomar pronto sus vacaciones que en el propio torneo.
El 17 de junio regresan a Malmoe para disputar el último encuentro del grupo ante Francia, en el que sólo les sirve la victoria y esperar que Inglaterra no obtenga un triunfo ante Suecia.
En las postrimerías del tiempo reglamentario el resultado es de empate a un gol en ambos enfrentamientos, con lo que quedarían eliminados y clasificarían franceses y suecos.
En el minuto setenta y ocho, Elstrup abre la puerta a la esperanza anotando el dos a uno para Dinamarca y cuatro minutos después Brolin da la victoria a Suecia frente a los británicos, lo que les asegura el pase a semifinales.
Allí les espera el vigente campeón, Holanda. Un equipo plagado de grandes estrellas como Van Basten, Gullit, Bergkamp, Frank de Boer y Rijkaard. 
El 22 de junio, los holandeses salen al césped del Estadio Ullevi de Gotemburgo con cierto aire de superioridad, pensando en el número de goles que marcarán, pues vienen de ganar tres días antes a Alemania 3-1 en el partido por el liderato del grupo B.
El partido se les complica pronto. En el minuto cinco, Larsen adelanta a Dinamarca, que no se arruga cuando recibe el empate y vuelve a adelantarse antes del descanso. Cuando todo parecía sentenciado, Rijkaard, a dos minutos del final, marca el 2-2 definitivo que da paso a la prórroga.
Los daneses aguantan en el tiempo suplementario y se llega a los penaltis.
Schmeichel detiene el que lanza Van Basten y Christofte se dispone a ejecutar el tiro decisivo.
Se queda parado junto al balón, sin tomar carrera, ante la extrañeza de todo el mundo.
El portero holandés Van Breukelen le desafía, pero no puede impedir que anote el gol que les lleva al último partido ante el alborozo de sus compañeros.
En la final les aguarda el campeón del mundo, Alemania.
En los días previos se puede contemplar el contraste en las concentraciones de ambos equipos. El seleccionador alemán Berti Vogts mantiene a sus jugadores en un hotel rodeado de vallas y convertido en un búnker. 
Moller-Nielsen prefiere la relajación, que sus jugadores disfruten del momento ante el partido que nunca imaginaron jugar.
El encuentro se disputa el 26 de junio en el estadio Nya Ullevy de Gotemburgo. Es un enfrentamiento entre David contra Goliat.
Dinamarca juega sin ninguna presión y en el minuto dieciocho, Jensen anota el gol de su vida. Recibe un balón en la frontal del área para conectar un disparo ante el que nada puede hacer el meta alemán Illgner. 
Los jugadores daneses parecen estar viviendo un sueño, miran el marcador incrédulos, pensando que todavía deben aguantar una hora ante el mejor equipo del mundo y sienten que van a tener que protegerse más que nunca.
Los germanos buscan el empate de forma desesperada a medida que va avanzando el reloj.
En el minuto setenta y ocho, Klaus Chirstensen cabecea un balón dividido en el centro del campo, le llega a Vilfort, que recorta al borde del área entre dos defensores y con su pierna izquierda marca el 2-0 definitivo. Es el delirio.
Con el pitido final varios jugadores daneses lloran inconsolables, plenos de felicidad. Se abrazan alucinados, envueltos en un éxtasis de difícil explicación.
Habían llegado a Suecia sin haberse clasificado, sin ninguna expectativa, decididos a pasarlo bien y acaban de ganar la Eurocopa tras derrotar a los vigentes campeones de Europa y del mundo.
Es el logro más grande en la historia del fútbol de su país y uno de los éxitos más asombroso en los anales de este deporte.