Son las siete de la tarde del día 20 de octubre de 1968.
La ceremonia de clausura de los JJ.OO. acaba de concluir en el Estadio Olímpico de Ciudad de México. Ya ha anochecido y los espectadores comienzan a abandonar el estadio.
De pronto, por los altavoces se pide al público que se siente de nuevo.
Nadie entiende nada.
Nadie entiende nada.
En las afueras del estadio suenan sirenas de coches de policía y ruido de motocicletas, que con sus faros encendidos alumbran el discurrir de alguien que se acerca al estadio olímpico.
Todos se preguntan qué está pasando.
Todos se preguntan qué está pasando.
Ante el murmullo general, el speaker anuncia a los espectadores que permanezcan en sus asientos pues la prueba de maratón aún no ha concluido. Para sorpresa de todo el mundo todavía queda un corredor por llegar.
Se trata de John Stephen Akhwari, corredor de Tanzania y vigente campeón africano de la distancia.
Akhwari ha tropezado y sufrido una caída en el km 19 que le ha producido una fuerte herida en la rodilla y graves lesiones en un hombro. Tras ser atendido por el personal médico, se le recomienda abandonar la carrera pero él decide continuar y completar los 42,195 km, a pesar de saber que no tiene opciones de conseguir una posición destacada. Además, durante el recorrido sufre calambres y se ve afectado por la altitud de la Ciudad de México lo que le obliga a tener que detenerse en varias ocasiones.
En medio de la incredulidad de los asistentes, se empiezan a escuchar aplausos en el túnel que da acceso al estadio.
Entre la oscuridad se ve a salir a un atleta con el dorsal 36 que camina lentamente, con grandes muestras de dolor en cada uno de sus pasos, con su pierna derecha mal vendada y su rodilla sangrando.
Al pisar el tartán de la pista de atletismo, deslumbrado por las luces y el recibimiento del público, comienza a correr despacio, arrastrando su pierna derecha, con claros síntomas de dolor, agotamiento y sufrimiento.
Jaleado por todos y cada uno de los presentes con una sobrecogedora ovación como nunca se ha visto a un atleta, consigue dar la vuelta a la pista, recorrer los últimos cuatrocientos metros y alcanzar la línea de meta, en uno de los mayores ejemplos de valor, superación y capacidad de sufrimiento que se recuerdan.
Inmediatamente cae al suelo y es atendido por el personal sanitario que le traslada a un hospital.
Al pisar el tartán de la pista de atletismo, deslumbrado por las luces y el recibimiento del público, comienza a correr despacio, arrastrando su pierna derecha, con claros síntomas de dolor, agotamiento y sufrimiento.
Jaleado por todos y cada uno de los presentes con una sobrecogedora ovación como nunca se ha visto a un atleta, consigue dar la vuelta a la pista, recorrer los últimos cuatrocientos metros y alcanzar la línea de meta, en uno de los mayores ejemplos de valor, superación y capacidad de sufrimiento que se recuerdan.
Inmediatamente cae al suelo y es atendido por el personal sanitario que le traslada a un hospital.
Al día siguiente manifiesta que su país no le ha enviado hasta México sólo para comenzar la carrera, le ha enviado para terminarla.
En 1983 recibe la medalla de honor al héroe nacional de su país y se funda en su honor la "John Stephen Akhwari Athletic Foundation", una organización para favorecer el entrenamiento y la formación de atletas tanzanos con la finalidad de poder participar en unos Juegos Olímpicos.
Su gesta representa lo mejor del deporte y de los valores que transmiten los Juegos Olímpicos. Superando fatiga y dolor, su coraje y determinación le impidieron abandonar y cumplir la misión que le había sido encomendada.
Dos años después termina quinto en la maratón de los Juegos de la Commonwealth disputados en Edimburgo.En 1983 recibe la medalla de honor al héroe nacional de su país y se funda en su honor la "John Stephen Akhwari Athletic Foundation", una organización para favorecer el entrenamiento y la formación de atletas tanzanos con la finalidad de poder participar en unos Juegos Olímpicos.