Daniel Jansen (17-Junio-1965) es el más pequeño de una familia de nueve hermanos en West Allis, condado de Milwaukee dentro del estado de Wisconsin (USA). Desde pequeño le gusta patinar sobre hielo y encuentra el apoyo incondicional de su hermana Jane.
Siendo adolescente participa en numerosas competiciones de velocidad y con 16 años establece un nuevo record del mundo en categoría junior. Su máxima ilusión es poder acudir algún día a unos Juegos Olímpicos.Poco antes del certamen, su hermana Jane enferma de leucemia y Daniel le hace una promesa, ganar el oro olímpico para ella. Una voz le comunica que su hermana acaba de morir. Roto y descorazonado por la noticia decide competir para poder cumplir lo que le había prometido. Esa medalla de oro supone algo muy especial para él, pero a los pocos metros de darse la salida ocurre el desastre.
Dan resbala, cae sobre el hielo y desde el suelo ve como se escapan todas sus posibilidades. Es su día más desolador. Unos días más tarde, i ntenta sobreponerse al desconsuelo para la disputa de los 1000 m. Regresa de Calgary ´88 con los sueños rotos y su alma muy dañada, aunque recibe el Premio Espíritu Olímpico de los EE.UU. por sus valientes esfuerzos a través de la tragedia.
Dan Jansen no se rinde, sigue patinando y entregándose otros cuatro años a lo que había prometido a su hermana. La siguiente cita es en Alvertville (Francia) en 1992.
Cuando llega a la capital francesa acaba de batir el record del mundo de 500 m y se presenta como el máximo favorito, sin embargo no es capaz de olvidar sus dos caídas en los anteriores Juegos.
Atenazado por la presión acaba cuarto en los 500 m y vigesimosexto en la prueba del kilómetro. Después de tanto tiempo preparándose para aquel momento, no puede saldar su promesa y de nuevo va a volver a casa sin la medalla.Se va de Francia totalmente abatido pero, a pesar de todo, no desiste en su empeño. Sigue entrenando con mayor intensidad, busca la ayuda de psicólogos deportivos, pues aquellas caídas siguen vivas en su memoria e intenta mejorar en la distancia de 1000 m para afrontarla con mayor convicción.
Tanto esfuerzo le lleva a conseguir su segundo título mundial y batir cuatro veces el record del mundo de 500 m antes de afrontar su última cita olímpica en los Juegos de Lillehammer (Noruega) en 1994. Sus cuartos Juegos. Su última oportunidad para ganar por Jane.
En la capital noruega llega el momento de su carrera favorita, los 500 m, pero totalmente dominado por los nervios termina en un decepcionante octavo lugar.
Ya sólo le queda la prueba de 1000 m. La última carrera olímpica de su vida, su último intento para lograr lo que ha estado persiguiendo durante tantos años. A pesar de no ser su distancia predilecta toma la salida intentando desafiar todas las expectativas. En una de las curvas resbala de nuevo, pierde el equilibrio y tiene que apoyar una de sus manos en el hielo. En ese instante, todos los fantasmas del pasado cruzan por su cabeza. Al fin, después de tantos años de esfuerzos y sacrificios, ha conseguido el tan deseado oro olímpico prometido.
Su familia llora en la grada mientras da la vuelta de honor a la pista con una niña de un año en brazos, su hija Jane, a la que puso ese nombre en memoria de su hermana fallecida. En la ceremonia de clausura de los Juegos, es elegido por sus compañeros para ser el portador de la bandera norteamericana. Una vez retirado de la competición, es incluido en el Salón de la Fama Olímpico de los Estados Unidos en el año 2004.
En la actualidad dirige la Fundación Dan Jansen destinada a recaudar fondos para la lucha contra la leucemia.
Con dieciocho años hace realidad su sueño en los JJ.OO. de Invierno de Sarajevo´84.
Allí compite en 1000 metros, acabando decimosexto y rozando la medalla en 500 m al finalizar en cuarto lugar.
Los resultados competitivos de Jansen continúan mejorando y cuatro años después se proclama campeón del mundo de 500 m y es uno de los principales candidatos para obtener el oro en los Juegos Olímpicos de 1988 en Calgary (Canadá).
Los resultados competitivos de Jansen continúan mejorando y cuatro años después se proclama campeón del mundo de 500 m y es uno de los principales candidatos para obtener el oro en los Juegos Olímpicos de 1988 en Calgary (Canadá).
Dan resbala, cae sobre el hielo y desde el suelo ve como se escapan todas sus posibilidades. Es su día más desolador.
Aún le queda otra oportunidad para poder consumar lo prometido.
El suceso es conocido rápidamente por la gente de su país a través de los medios de comunicación y millones de norteamericanos se congregan frente a la televisión para ver la prueba en directo esperando su victoria.
Daniel toma la salida con una velocidad excepcional pero unos metros más adelante, apremiado por sus ansias de triunfo, vuelve a resbalar, se va al suelo y ve truncada la posibilidad de obtener la anhelada medalla.
Dan Jansen no se rinde, sigue patinando y entregándose otros cuatro años a lo que había prometido a su hermana. La siguiente cita es en Alvertville (Francia) en 1992.
Cuando llega a la capital francesa acaba de batir el record del mundo de 500 m y se presenta como el máximo favorito, sin embargo no es capaz de olvidar sus dos caídas en los anteriores Juegos.
Atenazado por la presión acaba cuarto en los 500 m y vigesimosexto en la prueba del kilómetro.
Tanto esfuerzo le lleva a conseguir su segundo título mundial y batir cuatro veces el record del mundo de 500 m antes de afrontar su última cita olímpica en los Juegos de Lillehammer (Noruega) en 1994. Sus cuartos Juegos. Su última oportunidad para ganar por Jane.
En la capital noruega llega el momento de su carrera favorita, los 500 m, pero totalmente dominado por los nervios termina en un decepcionante octavo lugar.
Ya sólo le queda la prueba de 1000 m. La última carrera olímpica de su vida, su último intento para lograr lo que ha estado persiguiendo durante tantos años.
Consigue recuperarse del sobresalto y con gran determinación sigue patinando hacia la línea de meta. Al cruzarla, dirige su mirada hacia el marcador.
Primera posición, nuevo record del mundo.
Su familia llora en la grada mientras da la vuelta de honor a la pista con una niña de un año en brazos, su hija Jane, a la que puso ese nombre en memoria de su hermana fallecida.
En la actualidad dirige la Fundación Dan Jansen destinada a recaudar fondos para la lucha contra la leucemia.