Richard Douglas "Dick" Fosbury nace el 6 de marzo de 1947 en Portland, Oregón (USA).
Amante del deporte desde su infancia, practica el baloncesto y el fútbol americano antes de dedicarse al atletismo en donde se apasiona por el salto de altura.
Sus resultados no son buenos utilizando la técnica dominante de la época, el rodillo ventral, en el que el atleta superaba el listón boca abajo, con todo el cuerpo paralelo a la barra sobre la que se realizaba un giro envolvente.
A los dieciséis años, estando en el instituto de Medford, decide utilizar una nueva técnica que consiste en saltar de espaldas, pasando en primer lugar la cabeza y posteriormente el tronco y las piernas.
Parece una frivolidad. Todos se ríen de él, le ven como un excéntrico que quiere salirse de los modelos establecidos.
Nadie podía imaginar entonces la trascendencia que tendría para la historia del atletismo.
Pese a la oposición de los entrenadores, Fosbury fue depurando su salto avalado por los resultados y su progresión se ve favorecida por la introducción de las colchonetas de goma espuma en los fosos.
En su primer curso de secundaria bate el record de la escuela con 1.91 m. Doce meses después se proclama subcampeón estatal High School con una marca de 1,96 m.
En su segundo año universitario bate el record de la Universidad de Oregón con 2,08 m, gana el título nacional universitario de los Estados Unidos con 2,20 m y consigue su clasificación en los Trials para los Juegos Olímpicos de Mexico ´68.
En la ciudad azteca su objetivo es estar entre los cinco primeros puestos.
Nunca antes ha competido internacionalmente y se muestra nervioso. A pesar de ello, logra acceder a la final.
El 20 de octubre de 1968 se disputa la prueba.
Por su peculiar estilo, pese a ser un perfecto desconocido para la mayoría de los aficionados de todo el mundo, se convierte en la gran atracción del estadio puesto que jamás se había visto saltar así.
Las opiniones se dividen entre los que le consideran un loco y los que creen que es un extravagante con ganas de llamar la atención sin muchas posibilidades de éxito.
Fosbury va salvando todas las alturas al primer intento.
Cuando el listón si sitúa en 2,20 m, sólo tres atletas logran superarlo, el gran favorito, el ruso Valentín Gavrilov, el norteamericano Edward Caruthers y el propio Dick Fosbury.
El soviético fracasa en sus tres tentativas sobre 2,22 m. Los dos norteamericanos los rebasan.
La barra se coloca en 2,24.
Ambos fallan sus dos primeros intentos.
En el tercero y último, Fosbury vuela por encima del listón, Caruthers lo derriba.
Ante la sorpresa general, el estrambótico saltador de Oregón obtiene la medalla de oro, batiendo además el record olímpico y de los Estados Unidos.
A continuación solicita elevar la altura a 2,29 para aspirar a apropiarse el record del mundo en poder del soviético Valery Brumel con 2,28, pero no lo consigue.
Tras los Juegos, prosigue sus estudios de ingeniería civil y al no clasificarse para Munich ´72 anuncia en rueda de prensa su retirada de la competición a sus veinticinco años.
Nunca más volvió a saltar.
No le hicieron falta más triunfos, no necesitó más victorias, records, ni medallas.
Dejó su herencia para las siguientes generaciones. Nadie salta ahora de otra manera.
Todos los saltadores de altura del mundo utilizan su técnica, incluido el actual poseedor del record mundial el cubano Javier Sotomayor con 2,45 m.
En la actualidad es miembro de Peace and Sport, un grupo de 54 célebres atletas de élite comprometidos en servir la paz en el mundo a través del deporte y es el fundador de World Fit una organización sin ánimo de lucro que promueve los ideales olímpicos junto a programas de acondicionamiento físico para jóvenes.
Pero su legado universal y eterno será para siempre el "Fosbury Flop".
Amante del deporte desde su infancia, practica el baloncesto y el fútbol americano antes de dedicarse al atletismo en donde se apasiona por el salto de altura.
Sus resultados no son buenos utilizando la técnica dominante de la época, el rodillo ventral, en el que el atleta superaba el listón boca abajo, con todo el cuerpo paralelo a la barra sobre la que se realizaba un giro envolvente.
A los dieciséis años, estando en el instituto de Medford, decide utilizar una nueva técnica que consiste en saltar de espaldas, pasando en primer lugar la cabeza y posteriormente el tronco y las piernas.
Parece una frivolidad. Todos se ríen de él, le ven como un excéntrico que quiere salirse de los modelos establecidos.
Nadie podía imaginar entonces la trascendencia que tendría para la historia del atletismo.
Pese a la oposición de los entrenadores, Fosbury fue depurando su salto avalado por los resultados y su progresión se ve favorecida por la introducción de las colchonetas de goma espuma en los fosos.
En su primer curso de secundaria bate el record de la escuela con 1.91 m. Doce meses después se proclama subcampeón estatal High School con una marca de 1,96 m.
En su segundo año universitario bate el record de la Universidad de Oregón con 2,08 m, gana el título nacional universitario de los Estados Unidos con 2,20 m y consigue su clasificación en los Trials para los Juegos Olímpicos de Mexico ´68.
En la ciudad azteca su objetivo es estar entre los cinco primeros puestos.
Nunca antes ha competido internacionalmente y se muestra nervioso. A pesar de ello, logra acceder a la final.
El 20 de octubre de 1968 se disputa la prueba.
Por su peculiar estilo, pese a ser un perfecto desconocido para la mayoría de los aficionados de todo el mundo, se convierte en la gran atracción del estadio puesto que jamás se había visto saltar así.
Las opiniones se dividen entre los que le consideran un loco y los que creen que es un extravagante con ganas de llamar la atención sin muchas posibilidades de éxito.
Fosbury va salvando todas las alturas al primer intento.
Cuando el listón si sitúa en 2,20 m, sólo tres atletas logran superarlo, el gran favorito, el ruso Valentín Gavrilov, el norteamericano Edward Caruthers y el propio Dick Fosbury.
El soviético fracasa en sus tres tentativas sobre 2,22 m. Los dos norteamericanos los rebasan.
La barra se coloca en 2,24.
Ambos fallan sus dos primeros intentos.
En el tercero y último, Fosbury vuela por encima del listón, Caruthers lo derriba.
Ante la sorpresa general, el estrambótico saltador de Oregón obtiene la medalla de oro, batiendo además el record olímpico y de los Estados Unidos.
A continuación solicita elevar la altura a 2,29 para aspirar a apropiarse el record del mundo en poder del soviético Valery Brumel con 2,28, pero no lo consigue.
Tras los Juegos, prosigue sus estudios de ingeniería civil y al no clasificarse para Munich ´72 anuncia en rueda de prensa su retirada de la competición a sus veinticinco años.
Nunca más volvió a saltar.
No le hicieron falta más triunfos, no necesitó más victorias, records, ni medallas.
Dejó su herencia para las siguientes generaciones. Nadie salta ahora de otra manera.
Todos los saltadores de altura del mundo utilizan su técnica, incluido el actual poseedor del record mundial el cubano Javier Sotomayor con 2,45 m.
En la actualidad es miembro de Peace and Sport, un grupo de 54 célebres atletas de élite comprometidos en servir la paz en el mundo a través del deporte y es el fundador de World Fit una organización sin ánimo de lucro que promueve los ideales olímpicos junto a programas de acondicionamiento físico para jóvenes.
Pero su legado universal y eterno será para siempre el "Fosbury Flop".