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sábado, 12 de enero de 2019

* La matanza de Munich ´72

Los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 se celebran entre el 26 de agosto y el 11 de septiembre siendo concebidos con la idea de dejar atrás la imagen de los Juegos de Berlín ´36 que fueron explotados como propaganda nacionalsocialista del régimen de Adolf Hitler.
El Comité Olímpico Alemán tiene como objetivo que la atmósfera en la villa olímpica sea abierta y amistosa. Las medidas de seguridad son escasas para los atletas, que pueden entrar y salir sin presentar ningún tipo de credenciales, lo que provoca la intranquilidad y preocupación en la delegación israelí que lo hace saber a las autoridades alemanas.
Israel acude con catorce representantes, doce hombres y dos mujeres. Es la primera vez, después del Holocausto, que el equipo judío desfila en Alemania.
Los juegos transcurren con normalidad hasta que en la madrugada del 5 de septiembre un comando irrumpe en sus apartamentos. Está formado por ocho miembros del grupo terrorista palestino Septiembre Negro, ligado a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) liderada por Yasser Arafat.
El entrenador del equipo de lucha Moshé Weinberg escucha ruidos y observa cómo alguien quiere abrir su puerta. Junto al luchador Yossef Romano forcejean con los asaltantes. Ambos son asesinados de un disparo y el cuerpo de Weinberg es arrojado fuera del edificio.
Nueve integrantes del equipo israelita son tomados como rehenes. Se exige la liberación inmediata de 236 presos de las cárceles de Israel, amenazando con ejecutar a un atleta a las nueve de la mañana.
El ministro del interior germano, el intendente de la Villa Olímpica y el jefe de policía de Múnich inician las negociaciones pidiendo más tiempo para poder ponerse en contacto con el gobierno de Israel. Los terroristas acceden, ampliando el plazo hasta el mediodía.
A las 11:15 horas la primer ministro hebrea Golda Meir anuncia que no hay negociación.
Para ganar más tiempo, se transmite a los palestinos que aún no hay ningún comunicado oficial.
A medida que pasan las horas, van aumentando las críticas al Comité Olímpico Internacional por negarse a suspender los Juegos.
A las tres y media de la tarde, la organización cede ante la presión internacional y detiene las pruebas.
Se suceden los intentos de llegar a un acuerdo con los raptores mediante el intercambio de rehenes, pero ninguna propuesta es aceptada.
Mientras tanto, un escuadrón de la policía alemana toma posiciones en el techo del edificio con el objetivo de adentrarse en el interior y eliminar a los terroristas. Finalmente son descubiertos y la operación queda abortada.
Viendo que están intentado ser engañados, a las 18:00 horas los secuestradores realizan una nueva petición: un avión para ser llevados a Egipto. Un país con buenas relaciones con Occidente e Israel, para poder seguir negociando allí.
Las autoridades fingen estar de acuerdo y les proporcionan dos helicópteros militares para transportar a terroristas y rehenes a la base aérea de la OTAN de Fürstenfeldbrck.
Se coloca un Boeing 727 en la pista con varios policías armados disfrazados como tripulantes y cinco francotiradores colocados en distintos lugares del aeropuerto pero ninguno de ellos tiene la formación necesaria ni el armamento adecuado.
Momentos antes del aterrizaje de los helicópteros, los efectivos a bordo del avión deciden abandonar la misión sin consultar a sus mandos.
Poco después de las diez y media de la noche toman tierra. 
El cabecilla palestino decide inspeccionar el avión junto a otro de sus compañeros.
Al encontrarlo vacío se dan cuenta de la artimaña y corren hacia los helicópteros.
Uno de los francotiradores tiene en su punto de mira al jefe del comando pero debido a la mala iluminación y a un arma poco apropiada, falla su disparo hiriendo en el muslo al otro terrorista.
Se produce un intenso tiroteo por ambos bandos.
En medio del caos los pilotos de los helicópteros consiguen huir.
Los vehículos blindados de apoyo llegan con retraso.
Uno de los terroristas viendo el fracaso de su operación ametralla a quemarropa a los rehenes de uno de los helicópteros y lanza un granada en su interior para hacer explotar el aparato.
El resto de rehenes también muere acribillado a balazos, sin poder establecerse si los disparos procedían de la policía o los secuestradores puesto que los cadáveres quedaron irreconocibles por la explosión y el posterior incendio.
A la una y media de la madrugada del 6 de septiembre la batalla termina.
El balance es de quince muertos, nueve atletas, un oficial de policía y cinco terroristas.
Los tres secuestradores heridos son capturados por la policía.
En un principio el portavoz del gobierno de Alemania califica la operación de éxito rotundo.
Con el paso de las horas se conoce el fracaso de la intervención y la escasez de recursos empleada.
Diversas personalidades piden la cancelación de la competición olímpica, que sólo se interrumpió un día, el 5 de septiembre.
El presidente del COI junto a algunos de sus miembros deciden que los Juegos deben continuar.
Al día siguiente, en el estadio olímpico se celebra el memorial por los deportistas asesinados y durante el acto se izan a media hasta la bandera olímpica y las del resto de naciones presentes, salvo las de los países árabes que exigen que sus enseñas ondeen en lo más alto del mástil.
El 7 de septiembre el resto del equipo israelí abandona Múnich, al igual que la delegación egipcia por temor a posibles represalias.
Los hechos acaecidos en la ciudad germana acarrean una espiral de violencia y atentados por parte del comité de defensa de Israel y su servicio secreto, conocidas como Operación Cólera de Dios y Primavera de la Juventud, entre 1973 y 2010 contra los artífices e ideólogos de Septiembre Negro y del Frente Popular para la Liberación de Palestina responsables de la masacre.