Elena Mukhina nace el 1 de junio de 1960 en Moscú. A la edad de tres años, su padre abandona el hogar y dos años más tarde su madre muere en un incendio teniendo que ser criada por su abuela materna.
Un día, acude a su colegio un entrenador del CSKA de Moscú en busca de niñas con talento que quieran formar parte de su equipo de gimnasia y Elena se ofrece rápidamente como voluntaria.
Los técnicos observan de inmediato sus enormes condiciones para este deporte con tan solo doce años.
Mihajl Klimenko se convierte en su entrenador. Su norma es la exigencia, las sesiones interminables y llevar el cuerpo a sus límites. En 1976, con dieciséis años, Mukhina gana el campeonato nacional juvenil de la URRS.
Ese mismo año, la rumana Nadia Comaneci impone su dominio en los Juegos Olímpicos de Montreal.
Las autoridades soviéticas se muestran inquietas, no pueden tolerar ver amenazado su tradicional reinado y no aceptan la derrota. Se suceden las reuniones y la petición de explicaciones.
La consigna es clara: Se ha perdido en Montreal '76 pero no puede volver a repetirse en los siguientes Juegos de Moscú '80 siendo los anfitriones.
El trabajo se intensifica de cara a esa cita y en ese momento todas las miradas se centran en Elena Mukhina, la única gimnasta con potencial suficiente para hacer frente a Comaneci.
Klimenko, su entrenador, comienza a incluir elementos propios de la gimnasia masculina en los ejercicios, respeta el estilo soviético basado en la expresión y el ballet, pero aparecen nuevas rutinas nunca vistas en la gimnasia femenina.
Un año más tarde comienzan a llegar los primeros frutos. En el Campeonato de Europa de 1977 celebrado en Praga (Checoslovaquia), Mukhina gana tres medallas de oro y pierde el concurso general ante Nadia Comaneci aunque por un margen muy escaso.
En el Mundial de 1978 celebrado en Estrasburgo (Francia) conquista la medalla de oro imponiéndose esta vez a la rumana en el concurso general. Sorprendiendo por sus innovaciones en los saltos, giros y combinaciones, además de su gran seguridad, mezclando plasticidad y potencia.
Los analistas hablan de un nuevo tiempo en este deporte representado por Elena Mukhina.
De cara a los Juegos de Moscú, su entrenador decide llevar demasiado lejos su plan.
Incluye en su ejercicio de suelo el salto Thomas, que sólo realizan los hombres y que resulta extremadamente peligroso si no se alcanza la altura y velocidad precisas.
Un año antes de los Juegos, mientras prepara el Mundial de Estados Unidos, Mukhina sufre una fractura en su pierna derecha que la mantiene varios meses inactiva.
El jefe del equipo soviético Aman Shaniyazov presiona enormemente para que vuelva a los entrenamientos. Se acortan los plazos, se fuerza su regreso sin que la fractura estuviera curada, lo que tiene como consecuencia una nueva intervención quirúrgica de urgencia. El calendario aprieta.
Retoma su preparación unos meses antes de la competición olímpica todavía con debilidad en su pierna. A pesar de que el periodo de baja ha mermado sus condiciones, su entrenador insiste en su idea de incluir el salto Thomas.
Unos Juegos en su país merecen un elemento como ese y convertirían a Mukhina en una leyenda.
El 3 de julio de 1980 durante una concentración en Minsk, apenas dos semanas antes de la cita olímpica, ocurre la tragedia.
Mientras entrena el ejercicio, Elena no logra la altura necesaria y al caer se golpea violentamente la cabeza contra el suelo.
Como consecuencia del impacto se fractura las vértebras cervicales.
Va a quedar tetrapléjica de por vida.
Tiene veinte años.
La Federación Soviética oculta el accidente. Se limita a decir en un comunicado, que debido a una lesión Mukhina estará ausente en los Juegos Olímpicos.
Los rumores sobre su retirada comienzan a extenderse.
La URRS esconde a la deportista y crea a su alrededor una barrera imposible de cruzar.
Un año más tarde se publica el verdadero estado de la gimnasta, momento que aprovechan algunos dirigentes para acusarla de realizar ejercicios para los que no estaba preparada.
El presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, le concede en 1981 la Medalla de Plata de la Orden Olímpica en reconocimiento a la forma en que afronta su parálisis y rehace su vida.
Su abuela se hace cargo de ella y la cuida hasta que el día 22 de diciembre de 2006, a sus 46 años, muere como consecuencia de las complicaciones cardíacas derivadas de su grave lesión.
Antes de su muerte reconoce haber sido la víctima de un sistema enfermizo que sólo contempla el éxito en el deporte a cualquier precio.
El salto Thomas fue posteriormente prohibido para la gimnasia femenina y desde 2016 también fue
excluido en la categoría masculina para salvaguardar la integridad física de los deportistas.