El apartheid fue un fenómeno de segregación racial instaurado en Sudáfrica en el siglo XX. Dirigido por la raza blanca, básicamente consistía en la división de los diferentes grupos raciales y establecía una serie de discriminaciones políticas, sociales y económicas. Esta política conllevó el aislamiento de Sudáfrica en el plano internacional. Produjo revoluciones y resistencias por parte de la población negra, surgiendo movimientos como los de Nelson Mandela, líder pacifista a quien su oposición al régimen le costó 28 años de prisión.
Salió de la cárcel en 1990 y en las primeras elecciones en las que no sólo votaban los blancos, realizadas en 1994, fue elegido presidente.
Mandela estaba obsesionado con hacer de Sudáfrica el país de todos: blancos y negros. Su primer reto fue evitar que los blancos, descontentos con la nueva situación, creasen un frente terrorista y formaran la contrarrevolución.
Al año de su llegada a la presidencia tenía ante sí otro desafío, Sudáfrica iba a organizar la Copa del Mundo de Rugby. Este torneo significaba el regreso del equipo anfitrión a las competiciones oficiales tras las sanciones impuestas al país por su política de apartheid.
La población negra detestaba el rugby que estaba considerado un símbolo de la opresión blanca.
Mandela tenía la certeza que el deporte moviliza las emociones de la gente de una manera muy superior a la de cualquier político e intentó utilizar esa pasión para unificar el país.
Meses antes del Mundial, llamó a su despacho al capitán de la selección Francois Pienaar, le pidió ayuda para lograr que los negros se identificasen con el equipo. El mensaje caló tan hondo que tanto él como sus compañeros colaboraron en la tarea. Incluso aprendieron un nuevo himno en lengua zulú, el himno que cantaban los negros en sus manifestaciones contra los blancos.
Por su parte Mandela se esforzó por convencer a los suyos que la selección también les pertenecía. Se topó con importantes dificultades dentro de su propio partido y con gentes de raza negra que bajo ningún concepto apoyarían a la selección.
En la primera fase del Mundial, Sudáfrica vence a Australia, Rumanía y Canadá. En cuartos de final a Samoa. La población blanca festejaba cada triunfo con locura. La población negra, en un principio, apenas se interesaba aunque poco a poco se fue entusiasmando cuando oía a la selección cantando el himno zulú.
En las semifinales derrotaron a Francia en un final agónico por 19 a 15 y se desató la euforia entre los negros que estaban más enloquecidos que los blancos.
El 24 de junio de 1995 se iba a disputar la final contra Nueva Zelanda.
Los neozelandeses habían destrozado a Inglaterra en semifinales por 45-29 y estaban considerados la mejor selección del mundo y probablemente de la historia. Todos coincidían en que no había ninguna posibilidad de batirlos.
La mañana del partido Mandela llamó al presidente de la federación para pedirle una camiseta de los Springboks, nombre con el que se conoce a la selección sudafricana.
Quería demostrar a los blancos que estaba con ellos, que era su presidente.
Una hora antes, el estadio Ellis Park estaba abarrotado. La tensión era máxima en todo el país. En los suburbios de Soweto los bares estaban repletos de gente para presencial la final, una muchedumbre de raza negra a la que nunca le había interesado el rugby.
Antes de comenzar el encuentro, Mandela bajó al césped a saludar uno por uno a los jugadores, llevaba puesta la camiseta de color verde, símbolo de la dominación blanca, con el número 6 a la espalda, el de su capitán Pienaar.
El silencio era absoluto hasta que todo el público, en su inmensa mayoría blancos, comenzó a gritar "Nelson, Nelson".
Algunos jugadores estaban tan emocionados que apenas podían cantar el himno, notaban que todo un país estaba detrás de ellos, que tenían que unirse y tenían que hacerlo ese día después de tantos años de luchas.
"Es ahora o nunca, escuchad a vuestro destino" arengó Pienaar a sus compañeros.
La zaga sudafricana resultó inexpugnable. Los dos equipos lo dieron todo en el campo. No hubo ningún ensayo. Todos los puntos llegaron de patada.
El partido finalizó con empate a 9.
En la prórroga los All Blacks se adelantaron 12-9, pero el apertura Stransky igualó para Sudáfrica.
A falta de siete minutos para el final, Joel, con un drop, adelantaba 15-12 a los locales.
Aquellos siete minutos se hicieron interminables. Nueva Zelanda era el mejor equipo del mundo y podía hacer cualquier cosa. Los Springboks aguantaron y así se llegó así al final del partido.
Blancos y negros festejaron juntos el triunfo. Ese día acabaron las revueltas, se consolidó la democracia y comenzó la estabilidad sudafricana. La imagen de Mandela y Pienaar con la Copa representó un momento para la historia y significó el fin del apartheid.