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lunes, 15 de enero de 2024

* Kerri Strug, el dolor es pasajero, la gloria es eterna


Kerri Strug nace en Tucson (Arizona, Estados Unidos) el 19 de noviembre de 1977.
A los trece años participa en el Campeonato del Mundo de Gimnasia Artística de 1991 disputado en Indianápolis (USA), obteniendo la medalla de plata por equipos, por detrás de la Unión Soviética.
Un año más tarde afronta su primera participación olímpica en Barcelona '92, siendo la más joven del conjunto norteamericano y logra el bronce tras el Equipo Unificado Soviético y Rumanía.
Su carrera se ve salpicada de lesiones en los siguientes años, lo que no le impide conseguir la medalla de plata por equipos en el Mundial de Dortmund (Alemania) en 1994 y el bronce en el Mundial de Sabae (Japón) de 1995.
De cara a los JJ.OO. de Atlanta '96 se encuentra totalmente recuperada y dispuesta a cosechar ante su público la medalla de oro que siempre se le ha escapado. 
Su gran rival es el equipo ruso, que lleva dominando este concurso durante cuatro décadas desde los Juegos de Helsinki '52.
El 23 de junio de 1996 se disputa la final en el Georgia Dome de Atlanta ante más de treinta mil personas.
Las estadounidenses marchan en cabeza cuando va a iniciarse la última rotación y se encuentran a un paso del primer oro olímpico de la historia para su país en esta disciplina. 
Su ventaja es de 0.978 puntos cuando se disponen a abordar la prueba de salto de potro, mientras que las soviéticas lo harán en ejercicios sobre el suelo.
Dominique Moceanu, de catorce años, está lista para realizar el salto que puede darles la victoria. Tan sólo necesita una puntuación de 9.340. 
La presión a la que se ve sometida siento tan joven, hace que falle de forma ostensible en sus dos intentos obteniendo un resultado muy pobre, 9.137. 
No es suficiente. 
Sin embargo, al eliminarse la peor puntuación de cada equipo, aún queda una última oportunidad, Kerri Strug.
Lesionada en la ronda de ejercicios obligatorios y con un fuerte vendaje en su tobillo izquierdo, a sus dieciocho años es la encargada de asegurar la medalla de oro.
Con el público del Georgia Dome puesto en pie agitando banderas de Estados Unidos, se coloca en el pasillo para tomar impulso.
Kerri corre hacia el potro, se eleva, vuela y al aterrizar se escucha un chasquido, no logra clavar los dos pies, resbala y cae, viéndose obligada a apoyar su manos sobre la colchoneta. 
Su nota 9.162 sigue sin garantizar el triunfo.
Al incorporarse, no puede caminar con normalidad, lo hace cojeando, con la cara descompuesta y un semblante de abatimiento.
Se ha desgarrado dos ligamentos de su tobillo izquierdo.
No está en condiciones de realizar su segundo intento.
La decepción se apodera del Coliseum, que centra sus miradas en la puntuación que están obteniendo las rusas en sus ejercicios de suelo.
El director técnico del equipo norteamericano, Béla Károlyi, que había sido el entrenador de Nadia Comanecci y Mary Lou Retton cuando obtuvieron sus dieces en los Juegos, se le acerca.
Ella le pregunta si es necesario un salto más para confirmar el oro.
Kerri apenas puede soportar el dolor. Sus padres miran preocupados desde la tribuna. 
Las gimnastas rusas observan la situación con inquietud ante la posibilidad de conquistar la corona.
Una gran emoción inunda todo el pabellón cuando Kerri, sobreponiéndose a la adversidad, se dirige hacia la zona desde donde va a iniciar su carrera hacia el potro.
Repite el salto anterior pero en esta ocasión clava la caída con los dos pies. Su cuerpo se estremece cuando siente el impacto contra el suelo, esforzándose por sonreír a los jueces mientras estalla una gran ovación del público.
Inmediatamente se desequilibra al no poder mantener apoyado el pie izquierdo, se sostiene sobre una sola pierna antes de echarse de rodillas, debiendo ser sacada de la plataforma por los miembros de su staff. 
Su puntuación es 9.712, lo que ratifica el triunfo estadounidense por vez primera en esta competición.
Con lágrimas de dolor la intentan subir a una camilla para ser trasladada al hospital. Pero ella se niega. Quiere disfrutar el éxito con el resto de sus compañeras.
"Llevo trabajando y soñando con ese oro desde que tenía cinco años. Un tobillo lastimado no podía impedírmelo. El dolor es pasajero, la gloria es eterna".
En una imagen entrañable y sin igual, su técnico Béla Károlyi la lleva en brazos hasta el podio en donde recibe el tan anhelado oro olímpico para su país, haciendo realidad su sueño y viviendo el sublime momento por el que tanto se había sacrificado.
Su grave lesión le obliga a no poder participar en el concurso individual para el que estaba clasificada. No obstante, su empeño y determinación le sirven para ocupar por siempre un lugar en la memoria de los Juegos.