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domingo, 5 de febrero de 2012

* El regreso de Mac


Con bastante frecuencia se tiende a comparar a deportistas de distintas épocas intentando determinar cual de ellos sería mejor si hipotéticamente pudieran llegar a enfrentarse.
Hace unos días tuve un sueño.
Novak Djokovic y Rafa Nadal disputaban una final del Open de Australia. El partido se convertía en la final más larga de la historia en torneos del Grand Slam. Pleno de emoción y alternativas. Derroche físico extremo. Una batalla épica. Inhumana. Juego eléctrico, milimétrico, de PlayStation. Perfecto.
Me desperté.
En la televisión estaban emitiendo el regreso de John McEnroe al circuito profesional veinte años después de su retirada. Sorprendentemente, parecía que el tiempo no hubiese pasado.
Su estado de forma era el de sus mejores años. Su imagen la misma de siempre. Su juego con la frescura de antaño.
John McEnroe, poseedor de 7 títulos de Grand Slam y número uno mundial en individuales y dobles, vuelve dispuesto a medirse a las mejores raquetas actuales.
Máximo exponente del juego de saque y volea, posee una habilidad majestuosa. Hace que cada golpe sea diferente, cada jugada distinta, cada partido una obra de arte. Todo improvisación. Magia. Belleza. Ataque sin cuartel. Riesgo al límite. Fiel representante del tenis clásico. Romanticismo absoluto. Puro sentimiento.
Se enfrenta al juego actual. Gran poderío físico y fuerza mental. Se analiza hasta el más mínimo detalle. Los jugadores están rodeados de un equipo con entrenador, médico, fisioterapeuta, psicólogo, dietista... 
Todo está bajo control. Nada se deja al azar. El riesgo se minimiza. El sentimiento se modera.
Califica como excelso el juego del norteamericano. Pero no se atreve a imitarlo. Ni quiere dejarse contagiar por él.
Ante esto, las posibilidades de victoria de Mac son escasas. Su progreso en el ranking, exiguo. La derrota puede ser muy dolorosa. Por un momento tiene un atisbo de duda, pero se lanza a la lucha con la misma ilusión y su patrón de juego de siempre.
Y me quedé dormido.
Volví a soñar con Djokovic y Nadal. Seguían lanzándose bombas por encima de la red. Una batalla épica. Inhumana. Juego eléctrico, milimétrico, de PlayStation. Perfecto.
Quizás, demasiado perfecto.