No es que corrijan las decisiones de un entrenador cualquiera, se atreven a hacerlo con los considerados mejores técnicos del mundo.
Son capaces de subsanar los planteamientos tácticos, las alineaciones, las sustituciones, las estrategias. Pueden llegar a enmendarles la planificación del equipo, su preparación física, ahondar en aspectos psicológicos y de capacidad para dirigir al grupo de jugadores.
Con tales conocimientos, no comprendo cómo los presidentes de los mejores clubs del mundo no hacen cola para contratarles.
Pero claro, todo esto lo hacen una vez conocido el resultado final del encuentro. Juegan con ventaja.
Afirman con asiduidad, que el entrenador no supo leer el partido.
Más les valdría, leerse a ellos mismos de vez en cuando.
Y así, poder reparar sus errores gramaticales, mejorar la estructura de sus frases y sus equivocaciones semánticas e informativas.
No caer en disparates al confundir centésimas con décimas y manifestar que Usain Bolt bajaría 20 décimas en los 100 metros. ¡Eso son 2 segundos!
Manifestar que un jugador llevaba faja para disimular su bajo estado de forma, cuando se trataba de un pulsómetro.
La semana pasada un conocido informador deportivo daba, en primicia, la alineación que el R. Madrid iba a presentar frente al Olympique de Lyon.
Una vez los equipos en el campo, se pudo comprobar que había sólo ocho jugadores de los que había revelado el día anterior.
Lejos de asumir su fallo, se defendía diciendo, que tuvo un alto porcentaje de acierto en el once inicial.
Teniendo en cuenta, que cinco de esos ocho, los habría acertado también mi hija de 11 años y los otros tres, cualquier aficionado. Su fracaso fue total.
Con tal de adquirir protagonismo y por si suena la flauta, el día menos pensado, mas de uno es capaz de asegurar, en primicia, que jugarán, Valdano, el cuñado de Benzema y una prima de Adebayor.
Y se quedan tan anchos.