Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, "grupo" es una pluralidad de seres o cosas que forman un conjunto material o mentalmente considerado. Y "equipo" es un grupo de personas organizado para una investigación o servicio determinado.
Hecha esta distinción, vamos a un ejemplo.
Nada mejor para ello que aplicarlo a los conjuntos que el pasado lunes disputaron el Clásico del fútbol español en el Camp Nou de Barcelona.
Uno de ellos, es un conjunto estructurado, consolidado, estable, arraigado.
El otro, es un conglomerado variable, pasajero, momentáneo, sin identidad.
La identidad, de la que ahora carece, fue en otros tiempos su signo de distinción, se robusteció a lo largo de su historia y se está disipando de forma alarmante.
Doce entrenadores en los últimos ocho años y una infinidad de jugadores fugaces, hacen poco posible esta identidad. Que volviendo a la Real Academia, se define como el conjunto de rasgos propios de un individuo o colectividad, que los caracterizan frente a los demás.
El resultado del partido mostró bien a las claras estas diferencias.
Unas diferencias que no son de hoy.
Bernd Schuster fue cesado tras manifestar que era imposible ganar al F.C.Barcelona. Su sucesor, Juande Ramos, encajó un 2-6 en el Bernabéu. Con Manuel Pellegrini en el banquillo y tras un dispendio económico sin precedentes, sufrió dos nuevas derrotas. Buscó un redentor y creyó encontrarlo en José Mourinho, que junto a su jugador más mediático, desprenden una imagen, cada vez más alejada del modelo del cual se ha presumido durante tantos años.
Llegaba así, el momento de recuperar la dignidad perdida.
Pero en la noche del pasado lunes, el 5-0 fue lo de menos.
Un árbitro de boxeo habría parado el combate por la manifiesta inferioridad de uno de los contendientes.
Habría detenido aquella hemorragia, aquella masacre.
Era el enfrentamiento entre un Formula 1 y una limusina.
Era el enfrentamiento entre un equipo y un grupo.
Hecha esta distinción, vamos a un ejemplo.
Nada mejor para ello que aplicarlo a los conjuntos que el pasado lunes disputaron el Clásico del fútbol español en el Camp Nou de Barcelona.
Uno de ellos, es un conjunto estructurado, consolidado, estable, arraigado.
El otro, es un conglomerado variable, pasajero, momentáneo, sin identidad.
La identidad, de la que ahora carece, fue en otros tiempos su signo de distinción, se robusteció a lo largo de su historia y se está disipando de forma alarmante.
Doce entrenadores en los últimos ocho años y una infinidad de jugadores fugaces, hacen poco posible esta identidad. Que volviendo a la Real Academia, se define como el conjunto de rasgos propios de un individuo o colectividad, que los caracterizan frente a los demás.
El resultado del partido mostró bien a las claras estas diferencias.
Unas diferencias que no son de hoy.
Bernd Schuster fue cesado tras manifestar que era imposible ganar al F.C.Barcelona. Su sucesor, Juande Ramos, encajó un 2-6 en el Bernabéu. Con Manuel Pellegrini en el banquillo y tras un dispendio económico sin precedentes, sufrió dos nuevas derrotas. Buscó un redentor y creyó encontrarlo en José Mourinho, que junto a su jugador más mediático, desprenden una imagen, cada vez más alejada del modelo del cual se ha presumido durante tantos años.
Llegaba así, el momento de recuperar la dignidad perdida.
Pero en la noche del pasado lunes, el 5-0 fue lo de menos.
Un árbitro de boxeo habría parado el combate por la manifiesta inferioridad de uno de los contendientes.
Habría detenido aquella hemorragia, aquella masacre.
Era el enfrentamiento entre un Formula 1 y una limusina.
Era el enfrentamiento entre un equipo y un grupo.