El 16 de agosto de 2016 se disputa la segunda serie de clasificación de los 5.000 metros femeninos en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro con diecisiete participantes tomando la salida.
Cuando se han superado los dos tercios de la prueba, la etíope Almaz Ayana, medalla de oro en los 10.000 metros, va tirando en cabeza.
En medio del grupo, la neozelandesa Nikki Hamblin tropieza y cae al suelo.
La estadounidense Abbey D'Agostino, que marcha tras ella, no puede sortearla, choca con su cuerpo y pierde el equilibrio cayendo a su lado.
Otras atletas saltan por encima de ellas pudiendo esquivarlas para poder continuar la carrera.
D'Agostino se incorpora con rapidez mientras Hamblin queda tendida en el tartán con un brazo cubriendo su rostro. Al verla y en vez de continuar, la norteamericana acude a interesarse por su rival.
Ambas se levantan e intentan reanudar el recorrido. Tras los primeros pasos, D'Agostino cojea ostensiblemente con evidentes signos de dolor.
Ahora es Hamblin quien extiende su brazo y se frena para esperarla. Las dos se detienen. D'Agostino se echa al suelo gritando. No puede sostenerse.
Hamblin se agacha preocupada para hablar con ella y le coge las manos: "Estos son los Juegos Olímpicos, tenemos que terminar".
Sin ninguna posibilidad ya de clasificarse, retoman juntas la carrera. D'Agostino con claras muestras de sufrimiento corre con mucha dificultad y se va quedando atrás.
Consigue alcanzar la línea de meta a duras penas envuelta en una agónica sonrisa.Allí la está esperando Hamblin con la que se funde entre lágrimas en un largo, intenso y conmovedor abrazo.
La escena es repetida por el videomarcador del estadio en medio de una gran ovación con el público puesto en pie.
D'Agostino apenas puede sujetarse, acuden las asistencias y es evacuada de la pista en una silla de ruedas.
Los jueces se reúnen impactados por lo sucedido y deciden recalificarlas para disputar la final por su ejemplo de espíritu olímpico.
Sin embargo, tras el examen médico, D'Agostino no va a poder participar pues ha recorrido los más de 1.500 metros finales con el ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha roto, sus meniscos también se han visto afectados y se va a perder el resto de la temporada.
Con su asombroso gesto mostraron que en el deporte a veces lo más importante no es derrotar a los adversarios, ni batir los records. Se trata de no rendirse nunca, llegar a la meta, respetar al oponente.
El Comité Olímpico Internacional les otorgó el Premio Fair Play de los Juegos, que ensalza a aquellos atletas que personifiquen los valores olímpicos.
La solidaridad prevaleció por encima de la competición y forjaron una amistad para el resto de sus vidas.
Amigas para siempre.