En 1992 keniatas y marroquíes son los dominadores de las carreras de fondo en el panorama internacional. Kenia tiene a ocho de los once atletas más rápidos en la distancia de 10 km y ha dominado la prueba en los Mundiales de Atletismo del año anterior obteniendo el oro y la plata con Moses Tanui y Richard Chelimo, siendo el bronce para el marroquí Khalid Skah.
Marruecos cuenta con el vigente campeón olímpico de 10.000 metros en Seúl ´88 Brahim Boutayeb, prueba en la que el keniano Kipkemboy Kimeli fue tercero.
En la línea de salida Chelimo y Skah son los grandes favoritos para el triunfo final.
Cuando se han recorrido 6.500 metros, los dos marchan en cabeza, nadie puede seguir su ritmo y el resto de participantes se van quedando atrás.
Va a ser un cara a cara entre ambos y comienzan a doblar a atletas.
A falta de 1.300 metros alcanzan a otro corredor marroquí que marcha rezagado en una de las últimas posiciones. Se trata sorpresivamente de Hammou Boutayeb, que en la temporada anterior consiguió la tercera marca mundial del año, fue octavo en el Campeonato del Mundo y medalla de plata en 3.000 metros en los Mundiales en pista cubierta de Sevilla.
Todo parece indicar que se trata de un hundimiento inesperado.
Sin embargo, a diferencia de otros atletas cuya obligación es apartarse para dejar paso a los líderes, Boutayeb, ajusta su paso y se une a ellos. Chelimo y Skah le sobrepasan en varias ocasiones pero inmediatamente vuelve a ponerse delante.
Con estas maniobras intenta ralentizar y distraer al keniata, que emparedado entre los dos marroquíes debe alterar constantemente su ritmo de carrera.
Los jueces se muestran extrañados ante lo que está ocurriendo.
El Presidente del Comité Técnico de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) salta a la pista para intentar detener a Boutayeb que, cuando pasa a su lado, hace caso omiso de las advertencias prosiguiendo con su carrera.
El público comienza a abuchear ante el fraudulento desenlace que está presenciando.
A falta de 400 metros Skah ataca por sorpresa, Chelimo lucha por alcanzarle aclamado por el público en una última vuelta frenética pero no puede evitar llegar en segunda posición a un segundo del magrebí que lanza besos al público en medio de una sonora pita.
Minutos después se anuncia que Skah ha sido descalificado por conducta antideportiva de los corredores de Marruecos.
Tras conocerse la decisión, Skah acusa a jueces y público de racismo y a los Estados Unidos de instigar su exclusión. Alega en su defensa que ni tan siquiera es amigo de Boutayeb, que no tiene conocimiento de lo que pretendía con su comportamiento y que es un pobre imbécil al que le daba vergüenza ser doblado.
Chelimo en su declaración afirma que los marroquíes iban hablando durante la carrera. Skah lo niega.
Tras la revisión del vídeo, se demuestra que sí hubo conversación, aduciendo ahora que simplemente le pedía que se apartase y les dejase el paso libre.
Finalmente, Skah es recalificado otorgándole la victoria. Se dictamina que la regla no está clara en cuanto a sanciones por ayudas en carrera y que Boutayeb no había llegado a obstruir físicamente a Chelimo, sino "solo" a entorpecer su carrera, no pudiéndose demostrar que hubo táctica de equipo.
Tras esta sentencia la delegación keniata amenaza, en un principio, con su retirada pues la credibilidad del deporte se ha puesto en duda.
Al día siguiente, durante la ceremonia de entrega de medallas, el público del Estadio de Montjuic deja claro su veredicto, con silbidos y agitando pañuelos blancos como muestra de desaprobación, cuando Khalid Skah sube al podio para recibir la medalla de oro y poniéndose en pie para ovacionar al subcampeón Richard Chelimo.
Un año más tarde, en los Juegos del Mediterráneo celebrados en Narbona (Francia), sin los kenianos en liza, Khalid Skah vuelve a obtener la medalla de oro en los 10.000 metros. En segunda posición y medalla de plata, su compatriota, Hammou Boutayeb.