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martes, 4 de abril de 2017

* Adriano Malori: "Si quieres, puedes"

El equipo Movistar Team arranca la temporada 2016 disputando el Tour de San Luis en Argentina con Nairo Quintana como jefe de filas. Entre los integrantes del equipo se encuentra Adriano Malori, un especialista en las pruebas contrarreloj, actual subcampeón del mundo, tres veces campeón de Italia y campeón del mundo sub-23 en 2008.
El día 22 de enero se disputa la quinta etapa a escasos días de que Malori cumpla 28 años.
El italiano se encuentra con buenas sensaciones y habla con Níbali para lanzar un ataque a 30 km de meta.
El trazado es estrecho, con muchas curvas y ligera pendiente hacia abajo.
El pelotón marcha lanzado a 60 km/h cuando se produce una caída en las primeras unidades del grupo que arrastra a un gran número de corredores, lo que origina una gran montonera que atasca la carretera.
Quintana intenta levantarse pero encuentra sobre su pecho las piernas de Malori que tiene los ojos cerrados y la cara hinchada. El ciclista del Astana Eros Capecchi intenta soltarle el casco y comienza a pedir a gritos una ambulancia.
Malori es trasladado al centro hospitalario de San Luis con un fuerte hematoma en la parte izquierda de su cerebro, hemorragia intracraneal y la clavícula derecha rota, ingresando en coma inducido.
Su vida no corre peligro pero las lesiones le pueden acarrear en el futuro una incapacidad en todo el lado derecho de su organismo.
No puede hablar, está con la mirada perdida y solo puede asentir con la cabeza.
Tres días después se le desplaza a una clínica de Buenos Aires donde le reconstruyen con titanio el pómulo derecho.
Tres semanas más tarde viaja a España en un avión medicalizado.
En la Clínica Universitaria de Navarra se enfrenta a la realidad.
Piensa que no puede mover su brazo por la rotura de clavícula pero allí le dicen que la parte derecha de su cuerpo se ha desconectado.
Esto le deja destrozado. Puede pasar de ser un deportista de élite mundial, a una persona dependiente para hacer cualquier cosa de la vida diaria.
Los expertos no saben hasta dónde se podrá recuperar.
Cuando comienza la rehabilitación sólo puede mover levemente un dedo de su mano derecha.
Pregunta a los doctores cuándo podrá subirse de nuevo a una bicicleta.
La respuesta le hace quedar en silencio unos segundos.
Le dicen que ya será muy afortunado si puede caminar para ir a comparar el pan o lavarse los dientes.
Tras una pausa les contesta que volverá a correr este año.
Empieza con la rehabilitación neurológica y poco después, cuando ya se ha estabilizado, continúa con la rehabilitación física.
Horas y horas dedicado a su recuperación sólo con el objetivo de volver a correr, ni tan siquiera se plantea el hecho de hacer una vida medianamente normal. Sólo piensa en ser el ciclista que era anteriormente.
Se va fijando objetivos. Primero bajarse de la silla de ruedas. Luego volver a mover el brazo. Después intentar caminar y saltar. Mas tarde subirse a una bicicleta. Por último, reanudar su carrera como ciclista, poder entrenar y regresar a su actividad como profesional.
En el Centro Neurológico de Atención Integral de Pamplona trabaja seis hora diarias haciendo cerebralmente una fuerza brutal para intentar mover un brazo que no se mueve. Sus pensamientos positivos ayudan a activar los neurotransmisores de su cerebro en este proceso.
Malori empieza a adquirir sensibilidad en los dedos de su mano derecha, comienza a levantar el brazo y a conseguir destrezas de motricidad fina a la hora de coger pequeños objetos. Poco a poco su brazo va cogiendo fuerza.
Durante todo este trabajo descubre a nuevos compañeros. Ahora no son ciclistas, son personas de cualquier edad que han sufrido accidentes neurológicos diversos y llega a sentir envidia hasta de un anciano que camina con un bastón.
Los especialistas de este tipo de lesiones calculan que las mejoras deben producirse en un año o año y medio. A partir de ese tiempo son poco frecuentes.
Mejora día a día ante las miradas de asombro de todos los que se encuentran en el centro en proceso de recuperación y se convierte en el estimulador anímico de los demás.
Tiene ganas de subirse a la bicicleta para demostrarles que con esfuerzo todo es posible.
A finales de marzo, sus piernas vuelven a pedalear sobre un rodillo. El siguiente momento crítico es dar el paso de salir a la carretera.
Lo hace el 28 de abril junto a sus compañeros del Movistar que emocionados le ven mantener el equilibrio cuando todavía tiene limitaciones físicas para caminar.
Se siente feliz.
Tras dos meses más de trabajo regresa a Italia donde pasa un momento duro.
Sobre la bicicleta la mano se le queda rígida, no puede frenar ni usar el cambio debiendo hacerlo con la mano izquierda. Está a punto de dejarlo todo y pedir una invalidez
Vuelve a Pamplona con una única obsesión, quiere volver a competir.
Después de ocho meses de duro esfuerzo Eusebio Unzué elige el momento de su regreso. Va a ser una carrera World Tour en Quebec (Canadá).
Una clásica de 230 km por un circuito con un pelotón de168 corredores.
Se le plantea que haga sólo la mitad del recorrido. Todos tienen miedo. El accidente cerebral sufrido hace 231 días aumenta el peligro en caso de caída, pero él quiere terminar y está preparado mentalmente por si no puede seguir el ritmo del resto del grupo.
El día 9 de septiembre se disputa la prueba. Sus compañeros quieren que disfrute pues su carrera más complicada ya la ha ganado y ninguna victoria que pueda alcanzar será como esta.
Marcha tirando en la cabeza del pelotón para asumir menos riesgos. Tras 130 km se le agotan las fuerzas, dice basta y abandona pero para él es un triunfo pues todavía tiene problemas con el brazo y el hombro y se pone de pie de manera bastante descoordinada.
Está convencido que su caso puede ayudar a otras personas y manda un mensaje a través de las redes sociales a la gente que tiene problemas similares al suyo para que sepan que se puede pasar en siete meses de estar medio paralizado a correr una carrera del World Tour y aunque no todas las lesiones son iguales no hay que dejar de luchar aunque sea para mover una mano, un brazo, una pierna o volver a caminar. Quiere dar la esperanza de que todo se puede lograr.
Luego corre en Montreal y antes de tomarse unas merecidas vacaciones, el 29 de septiembre va a disputar la clásica más antigua del calendario, la Milán-Turín.
Cuando faltan 60 km para la meta su compañero del Movistar Rubén Fernández le arrastra en su caída. Fractura de clavícula, esta vez es la izquierda.
Las primeras horas sitúan a Adriano en la encrucijada.
Antes de entrar al quirófano le dice a su director Eusebio Unzué que de esta también se levantará.
La segunda parte de su vida deportiva se inicia esta temporada. Nadie sabe si podrá ser el Adriano Malori de antes del accidente que ganaba cronos y era subcampeón del mundo. Esa es la duda. Pero él está convencido que la gran ayuda que va a tener está en su cabeza: "Si quieres, puedes".