En el verano de 2001 el croata Goran Ivanisevic piensa que su retirada del tenis profesional es inminente. A sus 29 años ha estado en las tinieblas casi un año y medio debido a una lesión en el hombro. En esta campaña lleva un balance de diez victorias por once derrotas.
Su tenis ya no es el de antes. Un patrón de juego agresivo, especialmente diseñado para triunfar sobre hierba, amparado en un servicio que ha dominado el circuito durante años y considerado como uno de los mejores sacadores de la historia.
Los organizadores de Wimbledon le otorgan una invitación para que pueda participar en el torneo, en la que podría ser su última intervención y su despedida de la Catedral.
Perdido en el puesto 125 del ranking no puede acceder al cuadro de forma directa y sólo gracias a la gloria del pasado se le posibilita la entrada.