En 2005 viene a España a correr una prueba en Zaragoza y se queda en nuestro país como un inmigrante africano más sin papeles.
Acude a pedir ayuda a un centro de la Comunidad de Madrid pero no es atendido y se ve obligado a dormir en la calle durante un mes en un parque del barrio madrileño de Cuatro Caminos junto a otros indigentes.
No entiende el idioma, no tiene documentación, no conoce a nadie.
Ocupa el tiempo corriendo por las calles, vive de la caridad y acude a comer a los salones del Auxilio Social. Por su cabeza sólo pasa la supervivencia y en algún momento le acecha la idea de regresar a Etiopía pues no se imaginaba el tener que pasar por una realidad tan adversa.