La Sociedad Deportiva Lazio de Roma que conquista el Scudetto en 1974 es uno de los equipos más incalificables que se han conocido en la historia del fútbol.
Es un club ligado a la derecha política desde los tiempos de Mussolini y marcado por los tiempos difíciles que sufre la Italia de la época. Para algunos es una banda de fascistas, un grupo de locos.
En su plantilla hay dos clanes, dos bandos diferentes, una división que se produce de forma natural.
Giorgio Chinaglia, el delantero centro del equipo y con fama de pendenciero, es el líder de uno de los dos clanes. Gigi Martini, lateral izquierdo, que llegará a ser luego diputado por Alianza Nacional, un grupo político neofascista, es el cabecilla del otro.
El campo de entrenamiento cuenta con dos vestuarios, es el escenario ideal para un equipo fracturado.
Ningún miembro de un vestuario puede entrar en el de al lado. En los hoteles ni se hablan, ni se ven.
Felice Pulici, portero del equipo, un mañana entra en el otro vestuario a ducharse pensando que no hay nadie, pero esta Gigi Martini que coge una botella, la rompe contra una ventana y se la pone en el cuello.
Comienzan a comprar revólveres casi por broma. Un día aparece Chinaglia con una Magnum calibre 44 que guarda en su taquilla, luego todos empiezan a tener pistola e incluso algún rifle. Es una competición a ver quién lleva el mejor arma.
Los entrenamientos son broncos. El partidillo de los viernes es una auténtica guerra de la que es imposible recuperarse en dos días si surge cualquier contratiempo. Pero el domingo las dos facciones se convierten en una sola, son uno para todos y todos para uno. Si algún rival toca a un compañero los otros diez se le echan encima. Es un equipo marcado por un especial sentido de la lealtad.