Con 8 años su padre la introdujo en el mundo del judo.
Pero su historia trasciende al valor puramente deportivo.
En el año 1988 su entrenador Sergio Cardell le dice que hay que preparar los Juegos de Barcelona con un único fin, ser campeona olímpica.
Firmaron una especie de pacto de sangre, para luchar sin desmayo por este objetivo que a ella le seguía pareciendo una utopía.